Era una tarde de invierno
en una aldea llamada Cochepa. La aldea era moderna y estaba habitada
por personas más bien jóvenes que se dedicaban a la cría de
rebaños de ovejas y cabras. También al cuidado de sus campos y
granjas de las que vivían .
En una casita de Cochepa,
vivía una familia formada por una señora llamada Noelia, su esposo
Álvaro, y la hija de ambos, Alelí de 9 años, una chiquilla muy
guapa. Tenía los ojos de color gris muy grandes y dos espesas
trenzas largas de color negro que su mamá peinaba con un peine de
marfil.
Alelí no tenía
hermanitos para jugar y se entretenía visitando cachorritos de perro
mientras los adultos se dedicaban a cuidar de los rebaños cuando
iban a pastar con sus amos.
Esa tarde, como era
invierno hacía mucho frío y nevaba. Alelí decidió dar un paseo
por la aldea. Su mamá Noelia la abrigó muy bien y le advirtió del
peligro que podía correr por la nieve. Luego le dio un beso muy
fuerte.
Alelí era una niña muy
precavida, buena y responsable, por eso caminaba despacito, para no
caer al suelo y hacerse daño.
Después de caminar un
rato, encontró entre los matorrales a una perra y a su cachorrito.
La perra estaba herida en el suelo sin poder andar. Cogió entre sus
brazos al cachorro que era de color canela y algunas manchitas
blancas. Eran de raza auténtica y tenían abundante pelo. El
cachorro parecía una bolita. Tenía hambre y frío pero su madre no
podía amamantarlo. Lo metió dentro del bolsillo de su abrigo polar
y sin pensarlo dos veces acudió a la casa mas cercana que había en
busca de ayuda.
Llamó al timbre,
llorando, pues sabía que los perros corrían peligro. Abrió la
puerta un joven de unos veinte años de edad y extrañado le
preguntó:¿Qué te trae por aquí pequeña?
- Me llamo Alelí, vivo
en esta aldea y estoy en un apuro- Me llamo Cortés, por favor, dime lo que te ocurre
- Pues mire, cerca de aquí hay una perra que está herida y no puede caminar ni dar de comer a este cachorrito
El chico le dijo:
- no te preocupes pequeña,
porque te vamos a ayudar. Dio un silbido y al instante acudió su
familia.
- Mamá, voy a recoger a
una perra que está herida. Y vosotros mientras, intentad que la
gata Salvadora dé de mamar al perrito, pues es muy pequeñito y no
le podemos dar biberón.
La mamá de Cortés le
dijo a Alelí :
- mira pequeña, ve con
mi hija Perla a avisar a tus padres de lo que ocurre. Cuando
regreséis, tendréis noticias nuevas.
Alelí obedeció a la
señora Lupe y fue acompañada de Perla a su casa. Los padres de
Alelí se preocuparon, pues estaba muy compungida. La niña explicó
detalladamente todo lo ocurrido y fueron inmediatamente a casa de la
familia Cascada, donde fueron muy bien recibidos por la familia de
Cortés.
Dijo la señora Lupe:
- mi hijo ha ido a la consulta del
veterinario y mamá Salvadora está dando de mamar al cachorrín.
El señor Cascada
preguntó a Alelí:
- ¿has pensado que nombre
les vas a poner? - Sí señor. A la perra “Crispa” y al cachorro “Cachito”.
Y dirigiéndose a sus
padres les dijo:
- Papa. Mamá. Ya que no
tengo un hermanito o hermanita con quien jugar, ¿porqué no me
dejáis que me quede con la perra y su hijito?
A lo que su madre le
respondió: “mira hija, no tienes un hermanito con quien jugar
porque el cielo no lo a permitido., pero como eres muy buena,
aplicada y responsable, adoptaremos a Crispa y a Cachito. Pagaremos
todos los gastos del veterinario y todas las molestias ocasionadas a
la familia Cascada”.
Así fue; Crispa se curó
y la preciosa gata Salvadora amamantó a Cachito hasta que éste pudo
tomar biberón.
Su papá, Álvaro, le
dijo a su hija: “ahora, Alelí, te ocuparás de cuidar a los
perros, ya que tenemos un hermoso jardín.
Alelí, emocionada y
feliz abrazó y besó muy fuertemente a sus papás.
Montse
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