Pasó el tiempo y un gran volcán
extrajo lava de su exterior, llevándose consigo a la hoja.
La hoja viajó y viajó hasta que
llegó a un pequeño estanco donde descansó encima de una nenúfares
y allí quedó estancada al son de la música de los grillos y ranas
donde celebraban fiestas cada sábado por la llegada de esta hoja tan
bien allegada.
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